Las personas transexuales salieron de la lista oficial de enfermos mentales
Así lo
certificó la Asociación Americana de Psiquiatría. El proceso parece similar al
de la normalización de la homosexualidad, que desapareció como enfermedad
mental en 1973.
Las
personas transexuales ya no son enfermos mentales. Así lo certifica la nueva
edición de la biblia de la psiquiatría. El DSM-5, acrónimo en inglés del Manual
Diagnóstico y Estadístico de Enfermedades Mentales, elaborado por la Asociación
Americana de Psiquiatría (APA, en sus siglas en inglés), solo conserva la
"disforia de género", es decir, la angustia que sufre la persona que
no está identificada con su sexo masculino o femenino.
Transexuales
de todo el mundo llevan años pidiendo ser excluidos de los manuales
psiquiátricos. En algunos países pueden cambiar de nombre legalmente u operarse
para tener genitales del otro sexo, pero sobre el papel padecían una
enfermedad. El estigma se sumaba al rechazo social, la incomprensión o el largo
tratamiento al que muchos someten.
El órgano
directivo de la APA aprobó el pasado 1 de diciembre el nuevo manual, la primera
revisión a fondo en 20 años de los criterios diagnósticos más compartidos en el
mundo de la psiquiatría. Se publicará en mayo de 2013 y en él, junto a otras
modificaciones, desapareció el término "Trastorno de la Identidad de
Género".
El proceso
parece similar al de la normalización de la homosexualidad. Desapareció como
enfermedad mental en 1973, pero se conservó, con el nombre de "homosexualidad
egodistónica", el supuesto que describe la angustia y el sufrimiento que
padece un gay o una lesbiana por el hecho de serlo. El término se retiró en
1986.
El DSM
tiene sesenta años de historia y ha constituido durante estas décadas una
poderosa herramienta de trabajo para psiquiatras, psicólogos y otros
trabajadores de ese campo. Es una suerte de guía para ordenar y nombrar las
distintas enfermedades mentales.
La revisión
del DSM, que llegó a su quinta edición, supone un trabajo de seis años y la aportación
de 1.500 expertos de 39 países. Incluso se sometió al escrutinio público. De
hecho, se han escrito 13.000 comentarios en la web donde estuvo el documento
preliminar y se recibieron 12.000 aportes en forma de e-mails o cartas.
"Ha
habido mucho más interés por parte de los ciudadanos y cobertura mediática del
DSM-5 que en anteriores revisiones", explicó el presidente de la APA,
Dilip Jeste, en el anuncio de la aprobación del tratado, "ello refleja
mayor conciencia pública e interés de los medios de comunicación en la
enfermedad mental".
Nuevas
enfermedades
En el
volumen se podrá consultar los criterios diagnósticos de una afección
relacionada con el síndrome de Diógenes, que se trasladó al tratado con el
nombre de Trastorno de Acaparamiento.
Se justifica
su inclusión "con una extensa investigación científica. Su
incorporación", asegura la asociación en una nota de prensa, "ayudará
a caracterizar a la gente con dificultades persistentes para deshacerse de sus
posesiones, independientemente de su valor real. Esta conducta tiene efectos
dañinos (emocionales, físicos, sociales, económicos e incluso legales) para un
acaparador y sus familiares".
El síndrome
de Asperger desaparece bajo el paraguas del Trastorno del Espectro Autista, que
incorporará varias condiciones patológicas existentes en la anterior edición
del volumen, el DSM-IV, como el autismo, el síndrome antes mencionado, el
Trastorno Desintegrador de la Infancia y el de Desarrollo Infantil. Los niños
que padecen la dolencia bautizada con el nombre del pediatra austriaco que lo
definió suelen tener un habla sin ritmo e intereses muy limitados.
Otra
enfermedad mental nueva es el Trastorno de Estado de Ánimo Disruptivo y No
Regulado, que sirve para describir el caso de niños "que muestran irritabilidad
persistente y episodios frecuentes de arrebatos de conducta tres o más veces a
la semana durante más de un año", observa la asociación. "Se pretende
evitar el diagnóstico erróneo o el sobretratamiento de trastornos bipolares en
niños".
Se incorpora
también la excoriación, es decir, el acto de arrancarse la piel de manera
continuada, dentro de las dolencias vinculadas a la enfermedad
obsesiva-compulsiva.
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